domingo, 19 de enero de 2014

La Silla de Romanones


La verdad es que no es nada fácil ponerse a escribir desde hace tanto tiempo, porque la pereza me lo impedía y el pájaro azul del twitter simplifica mucho lo que uno se le pasa por la cabeza en cada momento y lugar. Twitter es el pájaro asesino del blog como el tiempo es el asesino de los malos recuerdos. Y eso es precisamente lo que hace que hoy me ponga a escribir.

Se hacía duro, muy duro, acudir hoy a Riazor. Duro porque no hay nada que más odie, junto con las sorpresas y la mentira, que las despedidas. Tengo ya alguna muesca en mi currículum de un plantón por mi parte ante el dolor o la incomodidad de las mismas, pero hoy era de justicia ir a despedir al mejor Presidente de la Historia del Fútbol Mundial junto con (y aunque a muchos nos cueste decirlo), Don Santiago Bernabéu y Yeste.

Muchas cosas pasaron desde hace ya más de veinticinco años, cuando, como hoy, nos encontramos ante la duda de seguir caminando o reventar. La cruel vuelta a la casilla de inicio en el Juego de la Oca después de haber caído en el funesto pozo por un dado mal tirado. El obstinado y tan Español empeño de tumbar al que triunfa al precio que sea y dejando los cadáveres que sea menester sobre el campo de batalla por mor de insidias, rencores y personalismos varios rayanos en la locura, si no ya desde hace tiempo cómodamente instalados en ella. El SinDiós del Cabo Santo de “Amanece que no es poco” hecho carne mortal.

Y al final, recuerdos, sólo recuerdos, lonas reflejando la Gloria pasada, el motivo por el cual seguir alzando la cabeza y la mirada cuando haces el Camino Más Bonito del Mundo y sentir un inmenso orgullo por lo conseguido; y el inmenso agradecimiento a quien hasta mañana estará al frente de la Nave, con sus aciertos y sus errores, da igual hacia adónde apunte el fiel de la balanza según unos u otros. Sentarse en la silla como hizo el Conde de Romanones cuando despidió en una estación de Madrid a un Alfonso XIII que marchaba a un exilio del que nunca más volvió, y sentir una profunda desazón por lo perdido y la incertidumbre de lo futuro.

Y en el fondo, Esperanza. Esperanza en seguir creyendo en Nosotros Mismos, y en pelear al final por lo que tanto costó conseguir ni se divida, ni se destruya definitivamente. Mirar a esos Grandes que te rodean, mirar hacia adelante y seguir, seguir caminando hasta reventar si es necesario, creyendo en algo tangible, blanco y azul apoyándose en algo intangible como la fe en nuestros colores y en nosotros mismos. Es lo que queda, que no es poco, es mucho y es nuestro. Que NADIE nos lo quite. Amén.