sábado, 7 de julio de 2012

Parabéns, Riazor Blues

Saímos un chisco do letargo para felicitar e loubar a aqueles Herois que non só este ano, se non xa 25, levan en volandas a este o noso querido Clube.
Vintecinco anos de loita, 25 anos de Glorias, Ledicias, Fracasos, Bágoas, Choiva; Sarabia, Sol/es de [In]Xustiza/s, de sudor, de Esforzo, de Teimas, Paixóns, de Berros, de Apupos; de Infinito Amor a un Clube que nestes 25 anos pasou de ser un clube de provincias afundido na oscuridade da entón chamada segunda división A,  para poñe-lo nome de Coruña no mapa e no Mundo,a pesares de Moit@s, das Mezquindades, das Envexas, das Xenreiras e os Noxos de tantos que ven no éxito alleo a súa propia Miseria.
Para aqueles que vimos nacer entre as ruinas do pozo da segunda á Mellor Afición do Mundo, a nosa máis calurosa Aperta e Felicitación: por outros non xa, 25 anos máis: por MIL anos máis facendo grande ó noso Clube.
FORZA DEPOR!!!

lunes, 9 de abril de 2012

Desayuno con Pimientos

Como quien no quiere la cosa, 24 años, 10 meses y 8 días habían pasado ya desde la última vez que quien esto suscribe vió un partido del Depor en vivo y en directo por la mañana, en aquellas matinales de Vallecas, cuando nos partíamos el alma en un play-off absurdo en el que se nos cruzó seis días después un árbitro como Diaz Vega, un equipo como el Celta y un Alvelo que se tiró al suelo dentro del área de Riazor y que hoy ve los toros desde la barrera sentado en una silla. Con un desayuno a medio digerir y una de pimientos en una sesión vermú en la que no tocaba la Orquesta Panorama, pero que podía ponerse el panorama muy turbio de no ganar y tener que ir a Balaídos al domingo siguiente en un Audi de bajo coste (A2, A3, etc.).

Y entonces apareció un Murcia haciendo suya la frase favorita de Peter Griffin, zás, en toda la boca, con un leñazo al biés y a un Aranzubía deslumbrado por el sol o el cambio de hora, vaya usted a saber. Mal se ponían las cosas de principio y hacia un suelo verde y resbaladizo miraban los nueve habituales más Ayoze y Aythami como recambio para la ocasión. Miedito. Miedito, y sobre todo ante el mismo equipo que, veinte años antes, dilapidó un ascenso que tenía en la mano con una ventaja igual o equivalente a la nuestra para que, al final, subiéramos nosotros y el Mítico Alba y ellos se estrellaran en la promoción con un Zaragoza que había llegado a ella por una mefistofélica carambola. El panorama se veía todo rojo agranatado, mientras un árbitro de amarillo limonero se empeñaba en sacar los colores a la grada y jugadores con arbitraje al nivel de la categoría. Y fueron pasando los minutos mientras la grada se contagiaba de la somnolencia de unos Blues casi seguro que insomnes en la vigilia de velar armas ante tan tempranero lance, hasta que la magia del Mago nos sacó a todos del sopor usando lo que mejor le define, su cabeza, con el empate a uno. A partir de ahí, el Depor comenzó a creer otra vez en sí mismo, Riki volvió a recordar su infancia de partidos madrileños de categorías inferiores jugados a igual hora, e imitando al Mago, usó también la cabeza para terminar de poner las cosas en su sitio. El colofón final con un Lassad que le quitó el polvo a la lengüeta de las botas a pase de un Bruno Gama que llama a gritos a la puerta de la selección portuguesa: al tiempo…

Y como se suele decir al final de un buen episodio de tu serie favorita, ya somos felices ¿y ahora qué hacemos? Pues prepararse para lo que Dios (o Lendoiro dirán) puede ser una ratonera, o una emboscada, siete días después y a igual hora: lo que no estará claro si la invasión blitzkrieg a golpe de diesel, gasolina y cuatro ruedas de la ciudad rival será, o que nosotros seamos los rusos invadiendo Berlín (ganamos), o los alemanes buscando un sitio por donde escapar ante la tormenta de acero que se nos viene encima en un Stalingrado al borde del mar (perdemos). Después de tal esperadísimo partido, otros tres puertos de montaña dignos del mejor Tour de Francia para decidir, si volvemos a gritar a Barça y a Madrid que estamos aquí o cantar un año más que daríamos hasta el último suspiro por volver a donde nunca nos debimos de ir por obra y gracia de infinitos errores, una crudelísima carambola y un alopécico triste. Pero eso, como decía el barman en “Irma la Dulce”, es otra historia.