lunes, 12 de julio de 2010

Un beso que cierra muchas bocas

Pues no: yo, de lo de ayer no me quedo ni con el gol de Iniesta, ni con las patadas de los holandeses, que dejaron a Van Damme como una auténtica nenaza, ni siquiera con la celebración enloquecida de un país con ganas de celebrar algo ante el marasmo en el que estamos metidos. Yo me quedo con esto:



Frente a la tontería de cuatro descerebrados Hijos de la Gran Bretaña, al final no es sólo el triunfo de una voluntad, de un equipo, de un pueblo empujando detrás: es el triunfo del Amor con mayúsculas, frente a la estupidez, las habladurías y las envidias varias. Magnífica lección de un gran jugador, y para mí desde ayer, mejor persona, que antepone sus sentimientos al que dirán. Enhorabuena, parejita...

viernes, 9 de julio de 2010

Carta de Luisito: a do pulpo (ou era polbo?)


Querido F:

Éracheme o que me faltaba: un pulpo (ou polbo) de pitoniso. Despóis de esto, apagha e marchamos todos. A de veses que teño ido ás pedras a por eles, e non desían nin chío, e moito menos me adiantaban a quiniela do domingho. E aghora chegha o pulpo (ou polbo) éste, e ainda por riba me din quén vai ghañar o Mundial... 20.000 euros dan por él, carallo co pulpo (ou polbo). Menudo polbo (ou pulpo): se a miña avoa lle daban catro patacós por cada un que collía, levantándose as catro da mañán!
E coma cha digho unha cousa, dígoche outra: o pulpo (ou polbo) non estaría comprado? Porque a min cheghoume un mail no que fala disindo que lle prometeron non sei cánto marisco da ría (como fose o da Ría do Burgho, iba fino de carallo, seguro que pronosticaba ó Selta ghañando a Champions).





En fin, o que hai que ver: empesamos o Mundial co Casillas caghándoa coa rasca-e-ghaña ó carón, e aghora esto...


En fin. Quén lle ía a desir á Aramís Fuster que un polbo (ou pulpo) a ía retirar da sirculasión...

Pois nada. A seghir ben e a resar para que o domingho o pulpo (ou polbo) aserte, porque se non, vái ó caldeiro como hai Dios.

Saúdos, Luisito.

jueves, 8 de julio de 2010

Nurse Jackie: un feliz descubrimiento

Estrenada la primera temporada en Calle 13 (cable), pero sin estrenar en las cadenas generalistas (la 1, la 2, antena 3, cuatro, telecinco, etc.,) os recomiendo para cuando así sea, posiblemente para septiembre, Nurse Jackie, la serie protagonizada por la actriz Edie Falco, recordada por el papel de Carmela Soprano, la mujer de Tony, en la aclamada serie "Los Soprano".

Nurse Jackie narra la vida de Jackie Peyton, enfermera de urgencias en el All Saints Hospital en la calle 23 de Manhattan en Nueva York. Casada con Kevin Peyton (Dominic Fumusa), dueño de un bar en Queens, y madre de dos hijas, es adicta a los calmantes, y a todo tipo de sustancias estimulantes, y mantiene una relación extramatrimonial con Eddie Waltzer (Joseph Schulze), farmacéutico del hospital, quien le facilita todo tipo de sustancias a cambio de favores sexuales. Jackie esconde su condición de casada y todo lo relacionado con su vida privada a todo el personal del Hospital (se quita siempre el anillo antes de entrar a trabajar), y siempre con la complicidad de su amiga la Doctora O'Hara (Eve Best).

Como secundarios de esta serie caben destacar también a la supervisora afroamericana Gloria Akalitus (Anne Deavere Smith), auténtico sargento prusiano con bigote, y la enfermera en prácticas Zoey Barkow (Merrit Weaver), auténtica metepatas que trae a Jackie Peyton por la calle de la amargura. A destacar también al doctor Fitch Cooper (Peter Facinelli), un auténtico bombón descerebrado, a quien Jackie Peyton maneja cual muñeco de trapo.




Narrada en un estilo directo y muy similar a Los Soprano, engancha desde el espisodio piloto hasta el último episodio de la segunda temporada, recientemente finalizada en Estados Unidos. De hecho, la productora Showtime acaba de renovar el contrato con CBS para una tercera temporada, animada por los buenos índices de audiencia en USA.

miércoles, 7 de julio de 2010

El "efecto Rahn"

Pues sí. Nos hemos metido en la final del Mundial: increíble pero cierto. Quién nos iba a decir hace casi un mes que después de la debacle contra Suiza y todos los augurios de "id cogiendo billete, que nos volvemos a casa", ahora estamos en el "¿dónde se coge un billete para estar el domingo allí en la final?"
El fútbol como anestesia, como terapia de grupo, como estado de ánimo colectivo, palabras dichas y redichas diez millones de veces, pero que no dejan de ser verdad. De aquí al domingo, a ver quién se acuerda del paro, de la crisis, de la huelga general de septiembre, del Inquilino de la Moncloa y Ministro de Deportes (qué cosas).
Y pensando en todo eso, me acuerdo de algo que leí hace tiempo.
En el mundial de Suiza, en 1954, reinaba la todopoderosa Hungría de los Kocsis, Czibor y del involvidable "Pancho" Puskas: todo parecía encaminado a un paseo militar de los magiares ante una Alemania del Oeste que luchaba por salir de los escombros de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, una Alemania dividida traumáticamente, aún no por un muro físico que surgiría siete años después en Berlín, pero que era ya la vanguardia de una Guerra Fría en ciernes.
Una Alemania que sufrió en la fase previa el aplastante rodillo húngaro, con un 7-2 que hacía presagiar que la historia se repetiría una vez más en aquella final de Berna. Pero no: surgió el milagro, y aquél milagro en forma de remontada en el gol de Helmut Rahn fué el pistoletazo de salida del resurgimiento de Alemania como pueblo, como colectivo y motor de Europa. Creo recordar que fué el propio Günter Grass, premio Nobel de Literatura, el que recordó que aquella victoria supuso el empujón, el espaldarazo, el bálsamo curativo que hizo que los alemanes volvieran a creer en sí mismos.

Ojalá que el domingo, ante una Holanda que llega después de ganar, al igual que España los diez partidos de su fase de clasificación, se vuelva a producir ese milagro, ese "efecto Rahn" que, en medio de la crisis tan atroz que estamos sufriendo, nos permita volver a levantar la cabeza a todos, en volver a creer en nostros mismos. Entonces, como en aquella tarde de julio en Berna, el fútbol volverá a tener el sentido que entonces tuvo: el final de la cuesta abajo y el principio del camino a la cumbre, entonces para Alemania, el domingo para nosotros. Así sea.

martes, 6 de julio de 2010

La camiseta

a P., que me animó a volver a escribir :)

Hoy me he ido a una tienda de deportes en plan baratillo y me he comprado una camiseta de la selección de Holanda ya pasada de fecha. Siempre he sentido una enorme, infinita simpatía hacia esa selección y hacia los holandeses: he tenido la oportunidad de trabajar con ellos, y me parece un pueblo absolutamente admirable, combativo (que se lo digan a los tercios de Flandes y al colega Alatriste), pero sobre todo, que rompe el estereotipo del nórdico: un pueblo alegre, auténtico y que defiende lo suyo por encima de todo.

Y una afición que anima y sigue a su selección vaya donde vaya. Un conocido mío, holandés y que habla igualito que el Johann Cruyff me decía "que si algún día jugásemos en Plutón, la nave que llevase a los jugadores vería plutón todo naranja antes de aterrizar". Es verdad: basta ver cualquier partido del Mundial para ver que la Oranje es siempre mayoría.

Pero hoy quiero contaros algo que me ha llamado la atención: al coger la camiseta, me he fijado que en la parte interior del cuello tenía algo escrito:

Pues qué bien, porque el neerlandés no es mi fuerte: y de repente, volviéndolo a leer, me he dado cuenta: "Wilhelmus Van Nassouwe", Guillermo de Nassau, Guillermo I de Oranje... es la primera estrofa del Himno Oficial de los Países Bajos, el "Het Wilhelmus", el himno más antiguo del mundo.

"Guillermo de Nassau
soy yo, de sangre germánica
a mi patria fiel
permaneceré hasta que muera"

Toma ya: a buenas horas, si el Himno español tuviera letra, íbamos a poner ni una coma... y a eso voy: ha tenido que ganarse una Eurocopa para que al menos, y alrededor del fútbol, el país se haya unido como una piña, que por una fracción de segundo se nos haya olvidado nuestra genética autodestructiva, nuestro complejo de inferioridad, a pesar de ser de un país con una gran Historia, le pese a quien le pese, con sus muchas virtudes y sus muchísimos defectos.

Cuando escribo esto, faltan veinte minutos para empezar el Holanda-Uruguay, semifinal del Mundial: no tengo ni idea de qué va a pasar mañana frente a la Mannschaft germánica. Pero ojalá volvamos a mojarles la oreja y lleguemos a la final, y nos traigamos los nosecuantos kilos de oro y brillantes que pesa el tochazo del trofeo, y nos sintamos un poco más unidos como país, aunque sea alrededor de veintidós tipos en calzoncillos corriendo detrás de un cacho de cuero sintético. Amén