miércoles, 27 de mayo de 2009

"Algo hicimos mal"

Reproduzco aquí un discurso que me llegó por mail esta mañana, y que no tiene desperdicio: para pensar, y mucho...

“ALGO HICIMOS MAL”
Presidente de la República de Costa Rica
Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas
Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.
No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.
También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria.
Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados.
Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha : “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “la verdad es que enriquecerse es glorioso”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.

Óscar Arias

jueves, 14 de mayo de 2009

La Noche Triste

Para los que hayáis estudiado Historia (o estéis en ello), probalemente hayáis oído hablar de La Noche Triste. Este episodio histórico narra la expulsión por parte de los aztecas de Hernán Cortés y sus soldados de la ciudad de Tenochitlán (hoy México, D.F.). Pero en la Historia del Depor hay otra Noche Triste, de la que este catorce de mayo se cumplen quince años: la noche del penalty de Djukic, la noche en la que una Liga se nos fué en el último suspiro, en el último minuto, con nocturnidad, premeditación y la alevosía de un guardameta del equipo contrario, del que hoy felizmente, se ignora nombre y su paradero.
Fué aquella temporada (1993-94) la de la constatación de que el SuperDepor era una realidad, que la temporada anterior no había sido ni un sueño, ni una casualidad, ni una conjunción astral favorable, que los que llevábamos la tira tragando quina y caldo de hueso en segunda mirábamos incrédulos al campo viendo las evoluciones de los Mauro, Bebeto y compañía y de reojo un marcador todavía de cartón con el tanteo siempre a nuestro favor. Una temporada en la que nunca tantos folios ni tantos mostradores y repisas de bar se pintaron, no haciendo las cuentas del "que me diga que le debo", sino de con cuántos puntos podíamos ser campeones y hacer una pedorreta cósmica al siempre genial pero a la vez odioso Johann Cruyff y a su equipo, el Barcelona, con sus comentarios corrosivos y su sempiterna presión y su chupa-chups consuelo de un vicio a la nicotina que casi le lleva al otro barrio.
En aquella temporada muchos aprendimos que tan peligrosa es la crónica depresión en la que llevábamos décadas sumidos con mediocres temporadas, mediocres equipos, mediocres jugadores (y lo que es peor, Mediocres Presidentes), como la euforia a la que todos nos invadió cuando veíamos pasar los días, las jornadas y los meses sin tener que coger la clasificación al revés para ver al Depor líder una y otra vez. Esa euforia nos llevó a celebrar lo no conseguido antes de tiempo, a pesar de los avisos casi a voz en grito del Maestro Arsenio, a quien la úlcera del alma se le hacía cada vez más grande avisándonos del peligro de que lo aún no ganado nos lo quitaran "de los fuciños".
Y llegó el día. Aquél sábado impuesto por (sí, el mismo) Angel Villar para que el Barcelona pudiera preparar la final de la Champions del miércoles siguiente en Atenas frente al Milán, recuerdo que me tomé un estratégico día libre para ver y notar el pulso de la ciudad, lo que pasaba, el ambiente, y reconozco que aquello no me gustó nada: demasiada euforia, demasiada fiesta antes de tiempo, demasiada hormigonera por la calle, demasiados gaiteiros tocando bajo tejado (dicen que eso da mala suerte). Y Manuel Fraga en el palco, que había visto diez días antes al Zaragoza ganar una Copa del Rey en el Calderón frente al Celta gracias a un penalty fallado por Alejo, y los Blues cantado "Bota de Oro, Alejo Bota de Oro, etc." con la música de Guantanamera...
Mal rollo, muy mal rollo me dió todo aquello, sobre todo la cara de los jugadores entrando en Riazor, no vi caras serias de concentración, vi caras de nervios, esa película ya la había visto en ascensos fallidos años antes y no me tranquilizó lo más mínimo. Y luego pasó lo que pasó: aquél penalty en el último minuto tan valientemente pitado por López Nieto. la indecisión de muchos jugadores sobre quién tirarlo o no, y al final el latigazo de un balón que vi posarse a cámara lenta en las manos del innombrable guardameta rival mientras me quedaba ronco de gritar un nó que nunca me salió tan del alma como entonces y espero que nunca me vuelva a pasar, ni a mí ni a nadie.
En fin, cosas que pasan, pero como dijo Teódulo el Cerillita, aquél que durante tantos años tuvo estatua en el Ferrol de Él Mismo, "no hay mal que por bien no venga", y después de aquella Noche Triste, aquella noche que duró un año, un mes, y trece días, salió el sol, y desde aquél día, todos los blanquiazules somos más felices con una réplica de plata de una Copa en las vitrinas del club, y cinco trofeos más de propina. Y que vengan muchos más. Amén.

martes, 5 de mayo de 2009

Carta de Tomás: un Deportivista más

Querido Tío:

Voilá, je suis ici, ya estoy aquí, por fin 9 meses después, que ya no me llegaba el día de salir, uff, aire! Bueno, ¿y el Depor qué tal estos meses? Porque desde que salí del limbo al bombo, en el bombo no hay PPV, ni radio ni internet ni leches, con lo cual he estado a dos velas más que Colón en sus cinco viajes. Espero que la temporada haya ido bien, porque menudo papel empezar desde abajo con los del Citroën...
Pues nada, que aquí estamos recién llegados, pero está visto que lo de empezar bien es que no va con esta tropa que me ha tocado de familia, hay que jibarse, nada más empezar y me visten de azul celeste, esto seguro que es cosa de mamá, espero que la próxima no sea vestirme de blanco-bwin, porque me oye, por éstas que me oye.


Por mi parte, no te preocupes, no problem, tengo los genes blanquiazules bien anclados, así que yo por mi parte voy a cumplir la parte que me toca que es alimentarme bien, crecer y espabilar para enterarme cuanto antes cómo va la cosa, espero no sufrir mucho, aunque por lo que me parece, mejor ésto que cuando tomábamos caldo de hueso en segunda, no?
Bueno, no te molesto más por el momento, porque está esto de visitas en la maternidad que parece la grada de general contra el Madrid, y aquí no hay Cristiano que eche una cabezadita de brazo en brazo, qué manía, y eso de cuidado con la cabeza, si no se me va a salir, leche. Anima por mí que yo hoy y en los próximos meses no voy a poder, y dile a mamá que le dé cuartelillo a papá y que lo deje ir a Riazor de vez en cuando.

Un saludo de tu sobrino,





Tomás